Cada
día, recojo los limones que se han desprendido.
Después
de escuchar la música seca
de
la caída
o
ya desenrollando el hilo
de
otro momento,
los
levanto del suelo
o
de entre plantas en que anidan.
No
siempre hay palabras para recoger,
no
siempre el silencio es fértil
entre
las piedras.
Pero
llega la tarde y en la lengua
crece
una espinita
que
espera la noche para madurar y caer
aunque
la luna no alumbre
piedra
propicia,
aunque
la brisa no haya desprendido limones.