Truena
en la mirada que medita.
No es una lágrima,
no es un delgado estiramiento de la sal
lo que desciende
por las mejillas:
es la pregunta,
la inevitable, la ronca;
cántaro de inquieta arcilla
su secreto: indisoluble barro.
Hojas amarillas
se levantan en remolineante cardumen
y el viento asiste al encuentro
de una pestaña
con un copo de mica.
(Polvo de ladrillos, 1996)
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