martes, 30 de enero de 2018

Cuatro poemas en bicicleta

El humo de marihuana sale dulce y se va soltando
del auto blanco estacionado
en la esquina.
Paso cerca pedaleando
lento
el sol de esta mañana, una invitación
al arranque y a sostener,
cada uno como pueda, el ensueño
de ser carnales y estar vivos.

Los caminos están frescos. Nadie
los preparó durante la noche
pero en algún momento del día
empezamos a andarlos. El auto
blanco me pasa, dobla y se pierde
en la avenida donde rompen los rayos...
No tengo apuro, ya dejé
a mi hijo en la escuela
y ahora montado en mi bicicleta roja
me dejo ir y miro un matecito
asomarse desde la puerta
de una casa que se abre a la mezclada brisa
del mundo.




 ***

Despertar y ver los rayos
y pedalear,
pedalear y pedalear
con un
    silbo en los oídos,
con una
        pequeña insatisfacción
haciéndose en el lugar de los labios.
Andar y ver la calle
y la mirada del hombre que hurga la vereda
en chancletas
y  la chica que sale a recorrer la mañana
con musculosa y una estrella
tatuada en el omóplato. Mañana
que no esconde el ansia de vivir,
el rumbo y la deriva de los pasos,
la potencia de la entrañable búsqueda
por hacer más humana esta porción de tierra.
Parsimoniosa,  una mujer en bata riega
indiferente al apuro
de los que rugen, puntuales, con sus autos.
   


 ***

Vamos en bicicleta
a la escuela.

Vos con tu mochila,
yo con mi maraña
de pelo y de preguntas.

Vos con tu risa
medio dormida,
hablándole a mi risa
para que salga de la cueva.

El pez de un hada
te despabila.

Vamos y la mañana
gira de nuestro lado.

Si hace frío, entibia
sentir la rueda de tu crecimiento
cerca.



 ***

Una remera hecha un bollo
en el medio de la calle,
el dibujo de un niño
tirado en la vereda.

El día lentamente nos marca
con claridades y penumbras
a desovillar.
Una mancha de sol
se cuela entre los pasos y el ruido
de motores...

La convicción del mundo
y el enamoramiento de lo que late
en el despegue de esa paloma gris
con la ramita en el pico,
en el empuje del hombre que entierra
la pala en la montañita de arena.

Un hilo hecho de sudor y de néctar
sale de unos ojos
y se reanima en otros.

La remera y el dibujo recuperan
su diálogo interrumpido.


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