lunes, 10 de julio de 2017

Los teros en la noche
en el momento en que pienso
que el poema,
lo que sea que llamemos poema,
ya no vuelva, o se resista a llegar.

Los teros en la noche como una confirmación
de lo que va, corre
hacia un lugar insospechado,
intocado por la marea de sueños,
tierra de surcos que se abren
adentro de otros surcos.

La oscuridad plasma su llegada áspera
a través de esos picos sin dulzura,
como diciéndonos que ninguna corrección política
la hará callar, claudicar de sus instintos,
levantamiento y abrigo
de lo que rompe hileras en la tierra.

La sensación al escucharlos
es la de un chispazo que irrumpe, un chorro
de agua fría que deja
al silencio más candente y arrojado,
menos previsible.

Los teros en la noche,
ese vuelo, ese canto quiero,
ese derramamiento de sílabas que atraviesa
una página de aire
y que no alcanza a componer melodías,
sólo a fraguar
en el oído el trampolín,
el enamorado impulso de hacerlas.


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