Me pediste que te abrazara
fuerte
esa noche
y te envolví con mis
brazos
con toda la fuerza que
pude.
Y, aunque sabemos que el
abrazo
siempre pide más
-adentrarse en la mañana,
respirar la tarde
y la luna de otra noche-
pudimos escuchar el viento
en nuestras ramas
y hacer que nuestras hojas
se rozaran
mezclándose
en la intensidad del beso
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